Un sistema completo de suelo deportivo de madera no se compone simplemente de un panel de superficie, sino de una estructura compuesta por múltiples materiales funcionales que trabajan en conjunto.

Normalmente incluye una capa superficial, una capa portante (vigas o contrachapado), una base resiliente, una barrera antihumedad y una superficie base. La capa superficial suele estar hecha de tablones de madera dura de 19 mm (aproximadamente) de grosor, como arce o roble; la capa portante utiliza contrachapado multicapa o viguetas de pino para proporcionar soporte estructural y crear un efecto flotante; la base resiliente suele constar de almohadillas de goma, espuma EVA o componentes elásticos para absorber el impacto y mejorar el rebote; la barrera antihumedad suele ser una película de PE o un revestimiento especial antihumedad para evitar que las aguas subterráneas dañen la madera. Además, algunos sistemas de alta gama incorporan una capa fonoabsorbente o una capa niveladora para optimizar aún más la acústica y la planitud. La selección y combinación de estos materiales influye directamente en la tasa de absorción de vibraciones del sistema de suelo (normalmente se requiere ≥53%), la tasa de rebote de la pelota (≥90%) y el coeficiente de fricción por deslizamiento (0,4-0,6). Por ejemplo, las canchas estándar de la NBA suelen utilizar una estructura híbrida de sistemas fijos y suspendidos, que combina vigas metálicas con almohadillas de caucho de alta densidad para lograr el máximo rendimiento. Por lo tanto, los suelos deportivos de madera no son simplemente una pieza de madera, sino un sofisticado sistema de ingeniería que debe ser diseñado e instalado por fabricantes profesionales de acuerdo con normas internacionales (como DIN 18032 y EN 14904).

